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domingo, 1 de agosto de 2010

Mesa para dos

Son las 08:00 p.m. y el color infinito se ha adueñado de cada rincón inadvertido del cielo, mi cielo, tu cielo.



La brisa roza mis mejillas quemándolas de frío, de calor, de nada tal vez. Una mesa a mitad del salón sin techo, con una vela en el medio y dos sillas acompañantes. Una par de copas, un par de platos, una botella. Sin embargo, una sola persona.

--¿Para qué he traído mesa para dos cuando no estas aquí?--. Pregunta que he repetido mil veces dentro de mi cabeza mientras que pongo los pies en el suelo --O en el tejado-- Y prosigo a caminar hacia la baranda que divide la vida y la muerte en esta azotea del edificio mas alto de la ciudad.

Poso mis antebrazos en el pasamanos y decido observar la vida cotidiana mientras comienzo incinerar las esperanzas de que solo un artificio te haga aparecer.

Solo consigo música ruidosa e inentendible, gritos, cornetas, luces, transeuntes diminutos desde aquí, y un millón de deseos distorsionados por el sonido a núcleo urbano.

Las luces de neón se difuminan entre la altura, y los caminantes nocturnos, aquellos que han decidido encontrar sus sueños perdidos dentro de gabinetes en una oficina, dentro de un basurero sucio y mal oliente, o de pie en una esquina tras la espera que el azar las lleve hasta un motel donde el placer y el dolor llevan el mismo nombre, se ven aún mas distantes, difuminadas y desvanecidas entre los automóviles de aquellos que manejan sin rumbo hasta encontrar un lugar para dormir.

Entre todos aquellos caminantes que no logro indentificar a metros de separación, roba mi atención uno en especifico. Camina de un lado a otro como en espera de algo que no sucede, de algo que no llega, de algo que no encuentra, y que busca desenfrenadamente. Coloca sus manos en la cabeza, en su frente, en su espalda. Mas no consigue sentirse en tranquilidad. Espero que pueda encontrar aquello que necesita, espero que pueda encontrar lo que yo necesito; una fórmula para entrar a tu corazón cerrado y clausurado por fantasmas de un pasado remoto.

Subo la mirada del infierno al cielo y observo nubes de todos los colores ocultando la infinitud de firmamento, creando un velo de tristeza sobre la ciudad hundida en los delirios nocturnos como cualquier capital.

--¿El cielo llora o son mis ojos?--.

Dos gotas de lluvia se escurren por mis mejillas, aunque el cielo está seco y sin intención de desprender gota de agua alguna.

--Definitvamente no es el cielo quién llora--. Callo y pienso.

Veo como aquellas dos lágrimas caen del vértice de mi rostro y deciden suicidarse lanzándose hacia el abismo, hacia la guerra, la tierra.

De nuevo alzo mis pupilas al cielo y los cúmulos han dejado colar Una Estrella y La Luna. Una muy cercana a la otra. Hasta juraría que se hacen compañía.

Detengo mi atención entre estas dos magnificencias del universo y pido un deseo. Corto. Breve. Exacto. Efímero quizá. "--Quisiera ser Luna, para tener a una estrella brillante de compañía. Quisiera ser Estrella, para acompañarte a ti cada noche de mi vida---"

En un instante las nubes habían ocultado de nuevo aquellos astros a los cuales admiraba y envidiaba a la vez, mientras que el hielo se hacía agua esperando tu llegada.

Dispongo mi mirada a la nada mientras que un suspiro brota de mi alma, y sin quererlo pienso en ti de nuevo, como siempre.

Mientras que mis ojos están dirigidos a la nada, escucho el rechinar de la puerta de las escaleras de "Salida de Emergencias" y el sonido distrae mi atención.

Viro mi cabeza a mitad mientras que mis antebrazos continúan reposando en el barandal y en la mitad de un segundo le agradezco a la luna y a la estrella haberte traído hasta aquí.

Eras tu, tu ese transeunte que no lograba identificar a distancia. Esa misma persona que caminada de un lado a otro tratando de encontrar aquello que necesitabas, aquello que a mi me sobra para darte. Amor.

Frente a ti tomo tus manos y miro fijamente tus ojos, mientras que el cielo se ha despejado por completo y La Luna y La Estrella son un espejo nuestro en el cielo.

Acerco mis manos a tus mejillas y con un suave beso te doy la bienvenida y las gracias por haber llegado.

De manos tomadas caminamos hasta la mesa con un par de velas que he traído a mitad de la azotea, y sirvo en las copas el Champagne que dará rienda suela a nuestros deseos y a los artilugios de la noche encantada que aunque sé que solo tendrá sentido dentro de esta azotea, en el fondo de nuestros corazones, la noche no terminará jamás.

Te miro y sonrío sentados en esta Mesa para Dos.




--Brindemos Por Esa Estrella y La Luna que

te han traído esta noche sobre la Gran Ciudad,

Y que aunque salga el Sol, Esta Mesa será por siempre Infinita--




6 comentarios:

Anónimo dijo...

Vero es magico lo q escribiste. Es la descripcion esaxta de la gran ciudad, mi ciudad, mi capital..

Como siempre te lo digo Eres Brillante..

tqm!

-> Chris!

Verónica dijo...

Chris,

Muchísimas gracias.

Me Alegra mucho que pases de nuevo por aquí y dejes un comentario. Me da mucha tranquilidad.

Sé que es la descripción exacta.

¿O es que acaso no te gustaría pasar una Velada romántica a 225m de Altura observando la Gran Ciudad?


Espero que estés muy bien,
yo tambien TQM.

ESPC dijo...

es una noche y una ciudad como la q siempre soñe q fuera nuestra cena nuestra vida entera
el tiempo deberia de retrocederse para poder disfrutarla xq nunca pudimos pedir nuestra orden

muy bello bebe muy bello

Verónica dijo...

ESPC,

El tiempo no regresa. Aunque muchos quieran devolverlo, es lo unico que realmente se pierde para siempre en esta vida.

La orden que usted menciona, no corresponde a esta mesa.

Buenas Noches, Hasta Luego.

D!ana dijo...

Diosss que magico, que hermoso, me has robado el habla con este escrito.... Esa mesa ese champagne,esa azotea ese momento es de dos unicamente de dos....

Es un momento magico en mi urbe jejeje me gusta ^^

Besos..

Verónica dijo...

Diana,

Esa urbe, esa gran ciudad, esa azotea, esa mesa, esas velas, y esas copas, sólo pueden darse si traes a la compañía perfecta, como a quien va dedicado "mesa para dos"...


Un Beso(K)